BAJA MORAL

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—Aura, yo…—Val sonaba confuso mientras su mano enlazaba la de la chica. Se preguntaba hasta qué punto ella era consciente de sus recientes confesiones. Decía que lo había escuchado todo pero quizás ni siquiera lo había oído completamente, o quizás habían sido sus palabras las que la habían despertado de la convalecencia. Lo importante ahora era que ella ya se encontraba entre todos de nuevo, y según los pronósticos de Elever pronto estaría recuperada del todo.
Por lo que él alcanzó a ver cuando alcanzó a Aura, Azazel el demonio traidor, trataba de embaucarla para poseerla y quitarle las piedras, pero ella se resistió a entregarse, y entonces él quiso tomarla a la fuerza y fue cuando Val apareció y tuvo lugar la lucha. Quién sabe con qué trucos o chantajes la habría arrastrado a su lado en aquel punto del bosque. Era imposible que ella hubiese acudido voluntariamente. Y lo que es peor, hasta dónde hubiese llegado para poder conseguir lo que andaba buscando. Aunque lo más evidente parecía ser que había sido gestado en contra de la voluntad de Luzbel, podría tratarse de una estrategia pactada para desmembrar al grupo y obtener información sobre las futuras localizaciones de las bestias faltantes. Al fin y al cabo, Luzbel ya había intentado acercárseles (y despistarles) utilizando el recuerdo de Atanasia.
Aura se había convertido en una pieza clave dentro del grupo de supervivientes y Luzbel y sus secuaces lo sabían bien.

     Mientras tanto, Eric se encontraba fuera de la tienda donde Aura volvía en sí. Escuchaba el alboroto que salía de allí, pero él no quería entrar porque sabía que no podría controlar sus instintos. Quería a Aura, ahora todos lo sabían, pero no iba a poder entrar sin reprocharle su falta de criterio y de responsabilidad con el grupo adorando sin medida a ese Val distante. Aunque entendía que lo raro hubiese resultado que no ocurriera, puesto que la personalidad y el talante de Val realmente resultaban cautivadores aún con lo reservado que era. También se encontraba allí dentro el propio Val, que tenía la situación en su terreno. De él dependía que Aura fuera feliz, sólo de él. Por eso Eric se sentía inferior, sentía una gran rabia contenida a la que no iba a poder dar salida. Pero por el aprecio y el respeto que el líder se había ganado, nunca podría disparar su envidia contra su rival. Ahora se encontraba tan dolido y confuso con la situación, que por su mente sobrevolaba la idea de abandonar el grupo. Sabía que él también tenía una función importante, y de hecho no dejaría atrás su responsabilidad en todo este cometido, pero no iba a ser junto a los demás. Prefería luchar sólo, en la distancia, y revolcarse en su veneno antes que volver a sentirse parte conjunta en todo aquello para descubrir con amargura que sólo era una marioneta más de los arcángeles y del Altísimo para ayudarles a conseguir a sus malditas bestias…

     Aura contó a todos lo que ocurrió con Azazel, y los demás escuchaban sorprendidos sacando sus conclusiones, desde la perpetración del engaño sufrido por Orpra para ganar la Bestia de la Destrucción hasta el posterior soborno a manos de Azazel a cambio de las gemas y de su propio cuerpo. Sobre este último punto Val estaba leyendo entre las palabras no pronunciadas por Aura. En la historia había algo más que ella no contaba. Se dio cuenta de que Azazel realmente hubiera deseado que Aura le correspondiera más allá de conseguir las joyas, sino porque se había encaprichado de ella. Podría haberle ofrecido esa vida de ensueño que le prometió, y quizás Aura podría incluso haberla disfrutado. ¿Era ese el problema? A lo mejor Aura hubiese seguido adelante si él no se hubiese interpuesto. De repente, ahora que todo se había aclarado a la vista de todos (aunque ellos todavía necesitaban hablar a solas) Val se sentía con más dudas que nunca. Comenzaba a dudar del amor de Aura, y lo que era peor, de que él mismo pudiera ser lo que ella estaba buscando…
Su misión de salvar al mundo ocupaba ya un lugar secundario en su mente. No podía concentrarse en lo que estaba por venir, sólo tenía pensamientos para Aura y su futura, o no, relación. Su cara comenzaba a contraerse en una mueca desconfiada mientras oía de lejos la voz de Aura.

     Laela vivía la escena desde una esquina de la habitación. Notaba a Aura demasiado despierta cuando apenas habían pasado unas horas desde que despertara. Parecía forzar sus palabras y fingir una alegría que no sentía, aunque los demás parecían no percatarse. Y no sería algo negativo de no ser por la contraposición de un silencio interior que presentía en algunos de los presentes. Por un lado, aunque Val tenía cogida la mano de la jóven, mostraba una falta de consejo que resultaba alarmante. Estaba abstraído en sus pensamientos. Un líder no podía permitirse ese tipo de escarceos con sus responsabilidades, debía mantenerse al cien por cien con ellos. Con todos en la lucha. Pero él estaba ausente, eso ya lo estaba notando Laela. Por otro lado, Elever tampoco daba crédito a la rápida recuperación de Aura, y hacía pequeños ruidos de negación con su garganta en algunos momentos de la historia de Aura que delataban que no estaba dando todo el crédito que debiera a lo que oía. Probablemente también sintiera esa suspicacia hacia la extraña y exaltada actitud de Aura, como le ocurría a ella misma. Elidi también se encontraba de cuerpo presente, pero tampoco decía nada. La energía que transmitía era agitada, nerviosa. ¡Se sentía amenazada por la pequeña Aura! Tan sólo los gemelos, Polcar y Roncel, a los que tenía sujetos cariñosamente por los hombros, daban grititos y saltos de alegría cuando Aura escenificaba sus esperpénticas exclamaciones en medio de su relato. Flora, su hermana, tan solo escuchaba y hacía pequeños comentarios. También era sabia e intuía que debía andar con tiento ante Aura, que cualquier pequeña confusión la pondría en contra suya.

     Kaal paseaba por las inmediaciones del campamento cuando vió de lejos como Metatrón y Luminiev debatían airados junto al río sobre el próximo emplazamiento de la siguiente bestia:
—Debes recordar que en la próxima gibosa iluminante de la luna aparecerá la preciosa bestia de la Sabia Inocencia. No podemos mover el campamento ahora mismo, puesto que Aura necesita más reposo o no estará en condiciones de ser nada más que una carga añadida al grupo. Esta noche es el cuarto creciente, así que aún disponemos de un día más como mínimo para descubrir la localización exacta. Aún puede aparecer en los cinco siguientes días y debemos estar preparados. Además el grupo debe tomar fuerzas y recuperar la confianza. Desde la aparición de Orpra, y sus oscuras artes para sacar lo peor de cada uno, no han vuelto a levantar el mismo ánimo con el que partían hace unas semanas, cuando se creían invencibles.
—Me temo que los cuatro demonios cuya misión es atacar a los humanos, no han hecho aún todas sus intervenciones, ya que el único que ha dejado ver claramente sus artimañas ha sido Orpra. Los demás no deben andar lejos y debemos prevenir al grupo sobre ellos. No sabemos cómo van a atacarles la próxima vez, pero los ataques cada vez serán más fuertes y ellos se encontrarán cada vez más débiles… Lucharemos con ellos hasta el final, con el triunfo de la luz como meta, pero puedo sentir su desaliento en la luz interior que desprende cada uno y no resulta nada esperanzador.

Kaal volvió al campamento, cabizbajo. Sin fuerzas y sintiéndose ya derrotado. No podrían continuar la lucha, las esperanzas estaban perdidas incluso para los ángeles protectores que les acompañaban y guiaban. ¿Cómo iban a poder salir airosos si ni siquiera los que tenían más poder lo veían claro?


     Pártalax, uno de los cuatro demonios escondido tras una roca grandiosa que protegía el campamento por la parte trasera, había mutado su apariencia a la de un gran cuervo negro. Y sobrevolando sus cabezas, a plena luz del día mientras murmuraba unas palabras extrañas, iba a dejar que la desazón acampara también entre los supervivientes. Dejaría actuar a su magia y ellos mismos, sin saberlo, serían el detonante de tan devastador hechizo. Sólo harían falta unas pocas horas y ellos mismos se darían cuenta de que no tenían ya nada que hacer contra los ejércitos de las sombras.





     Los gemelos jugaban tranquilos junto a la fogata de la cena cuando volvieron Metatrón y Luminiev. Todo parecía sosegado. Pero no vieron a nadie más junto a los niños. Se preguntaron dónde se encontraban todos los adultos, pues había muchas cosas que hablar todavía, y debían prepararse para una nueva embestida de las tinieblas.
Cuando preguntaron a los niños, que jugaban con unas ramas retorcidas simulando las batallas que habían visto, éstos les dijeron con expresión confusa que todos parecían tristes. Polcar dijo en un susurro que había visto llorar a lo largo del día a Eric, a Elidi y a la propia Laela, pero que nadie quería decirle por qué todos estaban tan abatidos.
Metatrón levantó la vista alarmado, tratando de buscar a todos en la distancia. Si Elidi estuvo llorando es que algo muy malo se estaba gestando en el campamento. Había visto algo con sus ojos ciegos o habría tenido alguna revelación que la había dejado sobrecogida. Debían encontrarla.

     Al primero que vieron fue a Eric, que se encontraba escondido y agazapado tras un gran árbol. Cuando se dirigieron hacia su posición él se contrajo sobre sí mismo, no quería hablar con ellos. —Eric, no debes desfallecer, tienes un papel primordial en esta guerra y debes continuar siendo la mano derecha de Val. Te necesita más que nunca—.Le dijo Luminiev tratando de ponerle una mano sobre el hombro en un gesto tranquilizador. La respuesta de Eric no se hizo esperar: su cuerpo se encogió aún más pero continuó con la cabeza agachada y sin decir palabra alguna.
—Vamos Eric, todo se puede hablar entre vosotros, ¿qué te ocurre que es tan grave como para no querer hablar con nosotros?
Lentamente Eric fue levantando la mirada hacia ellos, mientras en su cara se adivinaba una mancha gris en la parte derecha. Les miraba sintiéndose culpable, y levantó hacia ellos el dorso de su mano izquierda que también presentaba esa mancha grisácea.
—No sé qué me ocurre, pero esto puede ser contagioso. Cada vez se está extendiendo más. Lo siento pero no pienso volver al campamento.
—Elever es un gran curandero, él puede ayudarte y lo sabes. Quizás conozca el origen de lo que te está pasando. O incluso mejor, podría conocer el remedio… Si has comido algo en mal estado, o algún animal te ha lanzado su veneno…
— ¡Dejadlo ya! ¡Esto sólo es el castigo a mis pensamientos oscuros, que se han visto reflejados en estas manchas grisáceas!
—Debemos saber qué te ocurre, quizás sea alguna treta de las tinieblas para hacernos débiles…
— ¡No! Por si os interesa, estas manchas duelen, ¡y duelen mucho! El dolor sale desde dentro, y hacia fuera… pues hacia fuera es lo que veis. Y desde ahí no podéis olerlo, pero es repugnante. ¡Mi piel se está pudriendo, puedo sentirlo! Así que dejadme aquí sólo con mis miserias. Podría poner en peligro a todos. No merezco un trato diferente.

     Contrariados, los arcángeles se dirigieron a la tienda de Elever. Debían contarle lo ocurrido con Eric, además de alertarle sobre el estado apagado de todo el mundo. Le dirían lo del llanto de Laela. Eso ya eran palabras mayores y además no la veían en ninguna parte. Se cruzaron con Elidi cuando se dirigía a los gemelos enfadada. Debían dejar de jugar ya, les gritaba, estaban incomodando a todos los que necesitaban un poco de paz.
—Elidi, ¿que está ocurriendo? ¿Qué ha pasado aquí esta tarde que todos os encontráis diseminados por el campamento y con esas caras largas? ¿Has visto lo que le ha ocurrido a Eric?
—No sé a qué os referís, pero si queréis hablar con Val o Aura, se encuentran en la tienda de Elever. Aura aún no ha salido de la cama pero sigue hablando de ensoñaciones y espejismos. Y repite una y otra vez que sabe lo que debemos hacer y que conoce el plan de Luzbel… Yo creo que aun no se ha recuperado del todo. ¡Niños, basta ya! ¡Venid aquí!
Los pequeños se acercaron corriendo haciendo pequeñas bromas entre ellos, y cuando llegaron donde se encontraba el trío, pidieron perdón por el escándalo y bajaron la mirada avergonzados. De repente, Roncel tiró de la manga del brazo de Polcar, y con un gesto de la cabeza señaló el empeine de uno de los pies de Elidi. Polcar se agachó despacio sin decir nada y tocó con su dedo índice la pequeña mancha gris que comenzaba a abrirse camino en la piel de su amiga. Al sentirla blanda, apartó el dedo sacudido por una corriente de repulsión. Instintivamente se llevó el dedo a la nariz para olisquear lo que había tocado y un olor fuera de lo común le hizo reprimir una arcada.
Elidi sacudió el pie en el mismo momento del roce, fue como si le hubiesen clavado una aguja sobre una herida abierta. Aunque hasta ahora no se había dado ni cuenta de lo que tenía en el pie.

     Ahora sí estaban asustados los arcángeles, debían juntar al grupo. Estaba claro que podía ser algo contagioso, pero ni siquiera ellos mismos tenían conciencia de lo que tenían hasta que no se hacía una mancha evidente según parecía. En seguida cogieron a los gemelos y los zarandearon en busca de manchas también en sus cuerpos, pero no las veían. Era extraño. Y mientras los movían y los desvestían, los niños no paraban de jugar, ajenos a la alarma que se estaba creando. Nada, nada sobre los niños.
Presentían que Laela también tendría sus marcas. A lo mejor por eso lloraba… Y no andaban mal encaminados pues a los pocos minutos apareció mirándose los brazos que presentaban pequeñas manchas, no mucho más grandes que lunares, muy juntas unas de otras.
— ¡Por fin, ya estáis aquí! Mirad lo que me está saliendo en los brazos desde esta mañana. No lo entiendo, no toqué nada en el bosque y la comida ha sido la misma para todos… Elever no sabe qué puede ser tampoco. Ha tocado y dice que es blando al tacto. A mí me duele al tocarlo. Elever dice también que huele mal a putrefacción. Puede ser alguna enfermedad enviada por las tinieblas. Debemos revisar los cuerpos de todo el grupo…—Hablaba rápido, casi sin pensar.
—Laela, ¿has estado llorando esta mañana? ¿Qué ha pasado? ¿Qué has visto? Los niños han dicho que estabas muy abatida.
Sorprendida por la pregunta, calló al instante y bajó la mirada.

Tania A. Alcusón


Este texto forma parte de un ejercicio conjunto: La historia enlazada. La historia completa se encuentra publicada en el blog de Adictos a la Escritura.

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