UN LÍDER CLARO

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Al terminar el relato sobre el devenir de los hechos, los ciudadanos miraban a Val con el recelo anterior, y ahora también con miedo. Cómo podía disponer de tantos detalles? Sería un profeta enviado para guiarlos por un camino más angustioso que el de su propia salvación como pueblo?

Val conocía bien el efecto devastador de sus palabras en los subconscientes de esos individuos asustados, pero lejos de alzarse como su glorioso salvador, sólo quería ayudarles a despejar algunas dudas sobre lo que se avecinaba.
Aquella Bestia majestuosa Guardiana de la Creación, le agradeció , en su día, aquel acercamiento infantil y sin prejuicios que tuviera Val a su guarida. Pero ni le concedió deseos, ni le dio riquezas y ni siquiera una leyenda para contar con orgullo. Simplemente le habló del futuro, de la era del Gran Caos y la Lucha Final, que con sus ojos verían en años venideros. Y con sus palabras e instrucciones, también le enseño a creer y a tener esperanza.
Esa elegancia oscura que desprendía aquel ser no era más que una profunda sabiduría ancestral protegida por las escamas que cubrían su piel. Aquella bestia era el Principio de una historia, de la cual, ella era también la encargada de velar por su final.

-Sois libres-volvió a repetirles una vez más-Sabed que los que se queden aquí podrán dormir tranquilos, pero los que no deseen continuar y quieran empezar una nueva vida en otra región, tampoco tienen nada que temer por nuestra parte. Nuestra misión es clara: trabajar mano a mano con Metatrón tratando de localizar el despertar de las bestias antes que las tropas de Luzbel.-
Metatrón se encargaría de revelarles la consigna de su existencia, de tal manera que las Bestias no tuviesen más Destino que el que estaba dispuesto para ellas.
Pero todavía era pronto para dar esta última información a la comunidad que allí le miraba expectante. Muchos de ellos no llegarían a ver la luz final, y otros tantos le abandonarían de su empresa en el camino...

Aura, mientras tanto, le miraba embelesada con admiración. Este hombre sabía de lo que hablaba, y mostraba tanta fuerza exterior como la que se le intuía interior. Estaba dispuesta a dejarse llevar por él como guía. Estaba dispuesta a hacer de sus palabras e instrucciones, órdenes. Pero tras ese halo de misterio que le envolvía, tras la capa oscura con la que frecuentemente ocultaba la cicatriz de su ojo, y tras esa seguridad con la que hablaba, había algo más. Tenia demasiada información, de la que parecía ser el único portador, que Bestias de antaño le habían otorgado.
Parecía ser un vínculo terrenal con lo divino, pero su figura siempre se mostraba taciturna y con una melancolía propia del que aún sabe algo más y que no dirá por el momento.

Aura se mantendría fiel a su lado hasta descubrir lo que a Val atormentaba. Y lejos de darle el consuelo que como mujer podría ofrecerle, quería ser su hombro de apoyo, su hermana pequeña y su mejor amiga.
El pueblo tendría que comenzar a organizarse pronto, con un líder claro como todo apuntaba. Y ella quería estar allí, quería ser su mano derecha.

Tania A. Alcusón




Este texto forma parte de un ejercicio La historia enlazada, publicado en el blog de Adictos a la Escritura. Es el cuarto capítulo.

ANTIPERSONAS

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“Tienen la panza vacía, pero van mordiendo una zanahoria, dejan sus frías casas, van andando por las calles aún más frías y llegan a las aulas igualmente frías. Holanda ya ha llegado al extremo de que por las calles muchísimos niños paran a los transeúntes para pedirles un pedazo de pan. Podría estar horas contándote las desgracias que trae la guerra, pero eso haría que me desanimara aún más. No nos queda más remedio que esperar con la mayor tranquilidad posible el final de toda esta desgracia. Tanto los judíos como los cristianos están esperando, todo el planeta está esperando, y muchos están esperando la muerte”

Ana Frank, Diario




     El programa “Informes del mundo” presenta cada semana la situación actual de diferentes regiones del mundo, con sus penas y sus alegrías,  sus ilusiones y sus desengaños, sus crisis y sus remontadas. Sus gentes, costumbres, modos de vida. Postales mundiales con matices en sepia para hacer más lejano lo que, ya por sí sólo en un mapa, resulta tan ajeno.
Todos los martes por la noche, Cecilia lo sigue desde el sofá de su casa y se deja empapar de historias de otros que llenan su soledad. No siempre son historias divertidas y emocionantes, de hecho, las que prefiere ver son esas historias oscuras de pobreza, las historias de catástrofes y desgracias, o las que muestran más desnudo al ser humano en su indignidad. Por un breve momento aportan luz sobre su hipocondríaca existencia y la golpean con un tortazo de realidad directa a su consciencia.

     Hipnotizada, mirando ese póster panorámico de 32 pulgadas, su mente se recrea en la memoria de aquellos días con olor a regaliz y cuadernos. Y recuerda cuando no podía dormir alguna noche si los niños del colegio no la habían dejado jugar en el recreo porque llevaba gafas. Y recuerda sus lágrimas calientes resbalando por su cara cada vez que las niñas de la academia de baile no querían incluirla en su círculo de cuchicheos porque tenía aparato en los dientes. Y recuerda, también, cuando se miraba en el espejo y no se gustaba, y sentía que tampoco gustaba a los demás. Esa sensación perturbadora que la removía por dentro…

     Y hoy, superados esos traumas infantiles que la hacían verse tan desigual, mira entretenida la televisión. Se fija con curiosidad en otras realidades del mundo, que lejos de despertar en ella un rechazo a esas diferencias, despiertan su compasión y, de alguna manera, le incomodan la conciencia. ¿Se puede ser feliz en esas condiciones?

     Sigue con la mirada los movimientos rítmicos e irregulares de un grupo de niños saharauis en un campamento de refugiados de Argelia. Juegan, ajenos a la situación que viven, persiguiendo un balón en lo que parece un intento de fútbol infantil que resulta un poco ridículo.
Todos ríen, corren, patalean y, con movimientos mecánicos y sincronizados, tan inusuales en un niño, se divierten con risas despreocupadas.
Las gruesas gotas de sudor que les caen, les limpian el polvo que tienen pegado en la cara y que cubre sus camisetas desgastadas. Mientras el sol cae con fuerza sobre ellos y cocina sus pieles tostadas reconstruídas sobre los hierros ensamblados.

     No es la individualidad de cada niño que juega la que la mantiene pegada a la pantalla. La retiene esa masa colectiva que representan todos juntos por lo macabro de su situación. Esos niños tienen una fortaleza inocente que no ha conocido otra verdad, y conviven en su camino a casa con las minas antipersonas como si de piedras se trataran. Andan atentos, pero ahora ya más tranquilos, porque ya saben distinguir por experiencia propia cuales son las que no deben pisar. No pueden escapar dos veces del que trae la capa negra, pero son tantos los afectados en el campamento, que quien ya lo ha pasado no tiene claro si tuvo mala suerte o lo que conserva es un trofeo de vida.
Todo es un juego, aunque en su mundo, arriesgarse puede significar perderlo todo.
Las minas antipersonas tienen un protagonismo especial en esta pequeña sociedad que representa el campamento: se han llevado muchos miembros de familias y muchos miembros de personas. Son minas que odian a las personas, que les hacen vivir alerta sobre sus pasos con miedo a una mala pisada coartando la libertad de cada persona que desee andar libre por los caminos, o haciendo que viva con miedo a que lo hagan sus hijos. Les cambian la vida, cuando no se la quitado antes.

     Un amasijo de piezas robóticas unidos a cuerpos humanos que logran una sincronización cuasiperfecta para terminar de completar unos cuerpos escalofriantes. Movimientos mecanizados que se rigen por un mismo patrón y llenan de normalidad una comunidad anormal. Y risas inocentes que dan frescor a esa realidad atroz que viven mientras se dirigen con sus zapatillas Nike, salpicadas de horror, hacia la cámara que, curiosa, juega con ellos en su mundo de carencias.

     Un ejército humano automatizado con piezas ajenas, de cintura para abajo en el mejor de los casos, que es una realidad, según los Informes del Mundo, en muchos puntos del Planeta. Pero no es un ejército de máquinas, ni siquiera es un ejército de soldados. Sólo son supervivientes perpetuos que han pagado para el resto de su vida el pasar por un lugar inadecuado en un momento equivocado. Que pagan perpetuamente vivir donde nacieron. Que liquidarán con sus vidas el pertenecer al bando de los civiles, que es el que siempre sale perdiendo.

     Cecilia, se levanta del sofá, apaga la tele y se mete en la cama. Antes de dormir, imágenes fugaces de las historias de los niños robot se quedan grabadas en su mente. Por un momento trata de ponerse en su situación, pero pronto refiere repasar mentalmente la lista de la compra para mañana. Muchas cosas que hay que hacer y poco tiempo con el que se cuenta...

Tania A. Alcusón



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LA HUÍDA

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     —Huyendo. Por la dinámica corporal que muestra el cuerpo, podríamos asegurar que se encontraba sóla en el parque huyendo de algo o de alguien. Tras el árbol donde ha sido localizada se han detectado varias huellas todavía por determinar. Por ahora vamos a seguir esa pista. ¡Vamos chicos, esta noche toca trabajar duro!

     
     —¡¿Cómo he podido, cómo he podido!! ¡Joder! He sido cómplice... Yo. Pero... ¡yo no quería participar! Algo salió mal... ¡¡Coño!! ¿Por qué no llamé a la policía? ¡¿En qué estaba pensando?! No, no, no... Ahora ya no puedo volver a casa. Ya no puedo volver al barrio. Todos lo sabrán ¡Ya no! He sido tan mala, ma-la, ma-la, maaa-laaa... ¡¡Ahhh!!

     Corría por el parque cuando Susana tropezó con la raíz de un árbol y cayó al suelo. 
Las gotas de sudor que recorrían su frente eran las lágrimas que su piel aún exudaba, pero el dolor de su alma todavía no había encontrado una salida. Y sus uñas... sus uñas, haciendo las veces de pañuelo, roían su cara apartando el sudor, el pelo... e intentando apartar también su vergüenza.

     "¡Jajaja! ¡Reconoce que te gustó, Susana! No apartabas la vista, ni siquiera la dejaste ir..."
—¡¡Nooooo!! ¡¡Joder, no mientas!! ¡Yo no estaba disfrutando! No quería, ni siquiera tenía que haber estado allí. No debería haber ayudado a ese cerdo, ni siquiera debería haberla tocado a ella, mi muñequita... No-no entiendo qué me ocurrió... —Enseguida se puso de pie, y dando vueltas sobre sí misma, un paso adelante, un paso al lado, aún se dejó caer dos veces más al suelo, para reponerse dando más traspiés y volver a caer de nuevo.

     —Sus brazos estaban relajados, aunque semiflexionados. Pero con toda certeza intentó defenderse antes de recibir tan horrible mutilación. Tenía arañazos en la cara, en los brazos e incluso en las piernas, aunque no ha habido indicio alguno que nos lleve a pensar en el móvil sexual. Tampoco se han encontrado fragmentos de ADN en sus uñas todavía.
¡Apártense, por favor! Dejen trabajar a los compañeros.
Es cierto, tenía algún desgarro en la camiseta, pero no ha habido agresión sexual. Su ropa interior seguía puesta, sin marcas, y no hay ningún tipo de resto seminal, ni dentro de ella ni en los alrededores. Más bien, parece que han querido ensañarse con ella, parece que querían darle una lección, quizás un ajuste de cuentas, antes de matarla...

     Llevaba una navaja en la mochila y una tableta completa de Diazepan. Malos ingredientes para su cóctel de nervios.

     "Vamos Susana, ¿a quién quieres engañar? Juraría que disfrutabas, que hasta tus bragas se mojaron mientras mirabas el espectáculo. ¿No llevaste la mano entre tus piernas para jugar un poco mientras ocurría todo? Dí, dí, ¡admítelo! Hasta que viste la sangre, tú también pensabas jugar... ¡lo sé!"
—¡¡Noooooo!! ¡¡mentira, men-ti-raaa!! ¿Por qué me dices esto? ¡Sal de mí! ¡Tú no eres yo! No sabes lo que yo sentía, nadie puede saberlo... ¡Yo la quería! ¡¡Yo no me toqué, yo no me toqué!! —Sus manos, presas de su locura, se aferraban a su camiseta, y tiraban y estiraban hasta que cedió y se rompió en el pecho y en un lateral. Pero su demonio seguía allí, a él no lo había roto, ni lo había sacado. Ni siquiera lo había intimidado.
Su mano, despistada, se había colado en la mochila, y ya tenía la navaja abierta.

     —Ha sido una desgracia para todos. Nadie podría imaginar algo así en nuestra comunidad. Siendo un pueblo tan pequeño, es imposible que semejante depravado esté viviendo entre nosotros... Y además justo ahora... ¡¡Acaba de aparecer, hace unas horas, su mejor amiga en estado de shock tras una violación en extrañas circunstancias!! Es una desgracia, una desgracia... Y era tan buena chica... ¡¿Qué nos está pasando en el barrio, Dios mío?!

     "Y todo, ¿por qué, Susana? ¿Por impresionar a José? ¡No, no, no! No has sabido aceptar las reglas del destino. Sólo fuiste un polvo más para él, acéptalo. Pero ella... ella le gustaba de verdad. Mucho más que tú. Y vas y se la pones en bandeja... ¡¡Eres imbécil!!"
—¡Déjame, déjameeee!
"Te gustó ver cómo la obligaba... ¡Siiiii! Y tú prestándote a llevarla al parque engañada, ¡para que él se la follase sin miramientos!! ¡Jajajaja! ¡Qué estúpida! Y disfrutando de lo que veías, como una zorra..."
—¡No, no, no, no, no, no!
"¡Pero si tú la sujetabas de las muñecas! Y mientras Jose se la metía, te miraba a tí a los ojos... ¿Realmente creíste que te lo compensaría? ¿Que te daría su atención a cambio de tu sacrificio? ¿que así obtendrías las migas de "su amor"? ¡Venga ya! ¡Qué inocente, jajaja!
—Él me miraba porque estaba agradecido... Su mirada era ternura. No lo entiendes. Y ella... ella... estaba tan bonita sometida a él... ¡Pero no lo disfruté! Podría haber sido de otra manera si ella le hubiese aceptado por las buenas... ¡No lo disfruté!
"Te tocabas Susana, te estabas tocando"
—¡Noooo! —Sóla, en el parque, empezó a gimotear.

     —Por favor, no se acerquen más. Permitan a los forenses recoger las pruebas...
Mmmmm, sí, no puedo adelantarles mucho más. Pero confirmaré la filtración de que uno de los globos oculares estaba fuera de su cuenca, y de su mano izquierda falta el dedo corazón, que se encontraba al lado del cadáver. 
Por lo demás, barajamos la posibilidad de que muriese desangrada. El arma homicida ha sido localizada sobre el cadáver. Muy astuto el cabrón...
Tenemos desplegados todos los medios a nuestro alcance. La justicia se encargará de él. Esto no quedará así mientras sea yo quien está al mando.

     Primera pastilla a la boca. Tenía la boca seca y la pastilla no pasaba. Daba igual, otra, y otra, y otra. Todas a la boca. Las masticaba mientras los ácidos se disolvían en su boca adormeciéndola. No adormecían al demonio, y no adormecían su conciencia, pero su cuerpo se iba rindiendo al desplome apoyada en el árbol.
La navaja, reposando y señalando su dedo corazón, le recordaba su pecado. Cada vez se clavaba más. Apenas la sentía mientras miraba horrorizada el resultado de su crisis. Seguía hendiéndose en su dedo, más y más. Incapaz de pararla.

     —No lo disfruté, no lo disfruté, ¡no-lo-dis-fruuuuu-teeeee! —Estaba en un trance del que no era capaz de salir.
"Ahora tienes que pagar tu pecado, Susana. Les demostrarás a todos que las chicas buenas no existen"
—¡Yo no soy mala!

     Con la mano chorreando sangre, y el dedo colgando, ya débil, notaba como la vista comenzaba a nublarse. Respirando hondo no conseguía controlar su cuerpo. Y ahora su demonio le hablaba sobre lo que vió:
"Tus ojos ya no son puros, Susana, han visto cosas  que no se deben ver, y lejos de alejarte del mal que presenciabas, no podían apartarse de tu amiga, de tu muñeca. De tu ex-novio. De sus cuerpos unidos con violencia. Y tú deseabas ser ella. Y tú deseabas ser él... ¡¡Y tus ojos te permitieron asistir a ese espectáculo de mierda!!

     La navaja en la cuenca de su ojo hizo saltar la visión horrible de la violación, pero sus cuerpos aún seguían  grabados en su retina y en su cerebro. Esa danza diabólica en la que uno llevaba a la otra no se había borrado, y era evocada una y otra vez en su mente retorcida. 
Pero no era una pesadilla, sólo un mal recuerdo.
Sus manos... Con ellas había sujetado a su amiga mientras la violaba su amor... ¡Cómo había podido ser tan ruín!

     "Volverías a hacerlo"

     La navaja volvía a jugar en su mano, esta vez en la muñeca contraria. No entendía lo que estaba ocurriendo: su cuerpo ya no respondía y ya no sentía apenas, pero todo se iba nublando más y más. 

     —Yo no soy mala, no soy mala, soy mala, mala, mala, ma-la

     Y su alma oscura la observaba mientras cerraba los ojos, ya sin fuerzas para discutir más. Orgullosa de su hazaña en esa huida infructuosa.

Tania A. Alcusón




Relato ganador del Concurso de Relatos de Terror de la revista digital Nosolofreak Noviembre 2011
     

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BASURA INTERIOR

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     Rebuscando en su basura antes de ir a dormir, un día tras otro, aún tenía la ilusión de encontrar algo útil allí:

- una pizca de su dignidad perdida, cuando su gente aún le saludaba de frente y no tenían que disimular miradas esquivas a sus últimas vergüenzas en forma de marcas físicas en el deterioro de su cuerpo,

- alguna compañía de las buenas, de las que el tiempo se llevó, con las que pasaba horas a pares, riendo ante jarras de cerveza interminables y arreglando el mundo con sencillas palabras y complicados planteamientos,

- un poco del perdón que ya no recordaba para con los que, en alguna ocasión, le habían hecho sentir tan pequeño como para hacerle llorar con la cabeza bajo la almohada

- o palabras amables que en un lugar cercano no hubiera manera de malinterpretar con muecas torcidas de disgusto y que no necesitaban de más notas aclaratorias para ser expulsadas de su boca.

     Y mientras los gusanos se retorcían entre sus desechos, alimentándose de su dolor, él seguía creyendo que el olor putrefacto que desprendía su alma sólo era un mal perfume que se iría tras una ducha templada con gel de almendras.

Tania A. Alcusón




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A LA ESPERA DE NOTICIAS

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Individuos grises con la mirada perdida en el vacío, sin expresión en sus rostros, se juntan sin mezclarse tras las puertas acristaladas del edificio blanco esterilizado. En estado centinela de mejores noticias del doliente encamado, se envuelven en humo de incertidumbre tras horas de espera.

Mientras fuman rápido sus cigarros, con dedos temblorosos, intentan asumir la situación esperando un final feliz que no encaja con las expectativas pesimistas. Al terminar, arrojan sus temores al suelo y los pisan con fuerza, arrastrando sus nervios con la punta del zapato hasta que los apagan.
Cogen una bocanada de aire desmoralizador con la mirada baja, antes de adentrarse de nuevo en las horas muertas arrastrando los pies. La espera continúa...

Tania A. Alcusón


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LOS JUEGOS DEL DESTINO

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Una gruesa capa de hielo sobre mi cabeza. Un hielo semitransparente que, a pesar de su belleza, me empaña la vista y me tiene atrapada en sus entrañas mientras ejerce su presión sobre mí. Cada vez es más duro aguantar su peso.
He estado parada demasiado tiempo. Y ahora me veo sumergida, asustada y angustiada, tratando de encontrar una salida, mientras el frío penetra hasta los huesos y me mantiene en shock. No distingo si es el frío el que frena mis movimientos o es sólo la sensación de que no hay escapatoria la que me tiene paralizada...

Y la vida pasa sobre mí. No mira hacia abajo para verme hundida, buscando un resquicio o un punto débil en el hielo donde poder golpear para salir de aquí.




Si me abandono me hundiré hasta el fondo, y en la primavera, con el deshielo, estaré entumecida y me será más difícil poder volver a la superficie.
Ahora, por lo menos, sigo teniendo aire, que no es poco.
Sólo me queda confiar en que el Destino esté de mi parte. Y siempre hay una manera de salir mientras quedan fuerzas para buscarla.

Divagando en esta idea comienzo a moverme, a entrar en calor interior.
La energía vuelve a mí, y me encuentro bajo tus pies tratando de llamar tu atención a golpes. Me ves y yo encuentro mi oportunidad de escapar, de dejar de pasar frío, de olvidar la presión que me oprime por dentro y por fuera...

Y cuando estoy sacando la cabeza para recoger la primera bocanada de aire, tu pie me empuja con fuerza hacia abajo, al frío, al miedo y a la incertidumbre. ¿Por qué lo has hecho?
Tratando de comprender y todavía esperanzada, encuentro más valor y vuelvo a intentar la ascensión, pero esta vez es tu mano la que me hunde. ¿Pero qué estás haciendo?
No sé si quiero seguir intentándolo. Si puedo seguir con este juego. Si mi única oportunidad era confiar en tí, en mi Destino, y eres tú mismo el que no me deja salir, ¿qué esperanzas puedo albergar entonces?

Ya sin fuerzas, ni ganas, hundida de nuevo sin ilusión, tu mano busca el hueco, la oportunidad que creé. Me agarra fuerte y tira de mí hacia la superficie.
¡Has conseguido sacarme! ¡Has consentido salvarme!
Fuera ya, helada y cansada busco en tu mirada una explicación. Me arropas con una manta que tiendes sobre mis hombros mientras me miras divertido y me guiñas un ojo.

¡Qué macabros los juegos del Destino!

Tania A. Alcusón

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BUENOS DÍAS

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     Siempre la misma rutina. Los mismos juegos desde hace años.
     Todas las mañanas, al despertar se encuentra una sonrisa, un beso en la boca, otro en su hombro desnudo y un abrazo íntimo con los ojos cerrados, de los que aún le provocan esa "sensación" en la cabeza de que es auténtico.

     Cada roce físico sigue siendo todavía un estímulo a sus sentidos y a sus emociones que perdura en su recuerdo a lo largo del día. Y empezar sintiendo ternura y expresando pasión es un pequeño placer que le dibuja una sonrisa interior, protegiéndola como un escudo de las turbulencias que se presentan.





     ¡Qué tonta! A veces cree que no le quiere ya o que no le necesita, que no es lo que andaba buscando para su futuro. A veces piensa que podría estar con alguien mejor... ¡Qué tonta!

Tania A. Alcusón

POZO DE INSIGNIFICANCIAS

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       Hoy hueles a lágrimas. El olor salado y ese eco en tus sollozos te delatan.

     Te observo ahí, con la mirada perdida, y te supongo lanzando una caña a tu pozo de insignificancias donde tus recuerdos, no tan hundidos, flotan a la deriva. De esos recuerdos quizás quieras pescar el que menos duela, alguno que guarde olor a risas, aquel con vistas a un futuro sereno o ese que suena a melodía dulce... Cualquiera que te sirva para recordar que cualquier tiempo pasado fue digno de ser vivido.

     Hoy, sentada en una mesa con la barbilla apoyada en la mano, los dedos se clavan en tu mejilla, hurgando debajo de la piel buscando a qué aferrarse, y de tus ojos comienza a emanar de nuevo ese perfume a desconsuelo que te envuelve. 

      Tengo la certeza de que ese pozo tuyo destila veneno además de todo, y que las criaturas que cobija no serán capaces de redimirte en tu tristeza en su intento por aportarte algo más de vida.

Tania A. Alcusón


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ASUMIENDO LOS RIESGOS

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     Llegó tarde a su cita con la muerte en el Hotel Parcero. Ahora se encontraba, por escasos segundos, en una cama de aquel hospital tercermundista esperando impaciente la llamada de Marisa, su mujer, desde España. Por escasos segundos no estaba en una caja de pino barato repatriado en Soria para ser incinerado como su padre.

     Cuando meses atrás aceptó el trabajo, tan bien remunerado, de la agencia para cubrir el reportaje sobre las jerarquías en las guerrillas colombianas, ya conocía los riesgos. Pero ahora, allí tumbado, fuera de su país, y dándole vueltas a la cabeza, entendía que nunca estuvieron realmente asumidos. Ahora, sólo le salía poner una sonrisa a medias en su boca al recordar esa avería del autobús viniendo del pueblo colindante que le dio el tiempo suficiente para llegar a ser un mero espectador.
Fue espectador de Paula, tan bonita con su vestido de flores, que le esperaba en aquella puerta de la muerte del Hotel Parcero, hotel que durante varios días disfrazó su aventura de trabajo informal gratamente remunerado. Mientras un tipo entraba por la puerta de al lado con cargas de dinamita a la vista y con actitud amenazante hacia cualquiera que le mirase descaradamente. Con un gesto rápido de su brazo derecho sacó una metralleta ligera de su abrigo arrasando con todo el que tenía cerca.
La despedida apenas alcanzó a ser una sonrisa lejana de Paula, que le divisó en la distancia bajando del autobús. Un amago de mirada dulce por microsegundos. Después, el horror.
Tras ese instante, Rubén ya no recordaba nada más de una manera nítida. En una nebulosa de ecos y flashes, podía escuchar aún en su mente los gritos frenéticos del verdugo justo antes de detonar las bombas y todo fraccionándose ante su mirada que no daba crédito.

     En el hospital le dijeron que avisarían a Marisa. Pero tras dos horas sin noticias, sin llamadas ni mensajes histéricos tipo "cariño, no te mueras aún, yo ya voy para allá", ya iba perdiendo la esperanza de que su mujer, siempre dispuesta para él y sus dolores, se pusiera siquiera en contacto con el hospital para interesarse por su estado.
No debería haber estado viendo a Paula. Siempre le ocurría lo mismo. No se quería enamorar de nadie porque ya estaba enamorado de Marisa. No necesitaba otra mujer, ni otra familia. Pero ellas en cualquier parte del mundo, mujeres ligeras de ropa, de decencia y de escrúpulos, siempre le esperaban desconociéndolo para adularle por su tez morena y sus ojos color miel. Ellas siempre consentían y buscaban cualquier tipo de familiaridad fingida que sólo le recordaba que era un hombre lleno de instintos fuera de su casa. La tentación estaba demasiado al alcance y su trabajo de reportero no era sino una invitación más para seguir así.

     Ahora debía asumir el riesgo. Quizás Marisa no quisiera llamarle y ya estuviese cansada de los mismos juegos  una y otra vez...
O quizás sólo era que no habían podido contactar con ella aún porque tenía mucho trabajo en la pastelería. Al fin y al cabo era Navidad.

Tania A. Alcusón




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Y TENÍA PERMISO

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Quería probar el cuerpo caliente de ella.
Y tenía permiso para mordisquear con los dientes la carne sudorosa. Podía desgarrarar su piel con indecencia, clavarse con su borde afilado haciéndola temblar...


 

Quería hurgar en los lugares más ocultos.
Y tenía permiso para que su lengua recorriera las profundidades de aquel cuerpo. Podía perderse en las curvas caprichosas que componían aquel ser, buscar incansable los rincones más deliciosos y dejarse llevar...
     
Quería escuchar su respiración entrecortada.
Y tenía permiso para dejar libres sus manos y recoger el rastro de los fluidos ajenos. Podía dejarlas reposar en su boca tras hurgar en lugares secretos, que se perdieran en su pelo suelto...

Quería derretir su cuerpo en el de ella.
Y tenía permiso para que todo su ser la buscase incansable en su deseo.
¡¡Podía hacerlo!! ¡Y tenía permiso! La utilizó para hacer realidad sus fantasías más inconfesables. Jugó con ella a juegos prohibidos con las otras mujeres. Quiso llegar tan adentro de ella, que se descubrió perdido en sí mismo y ya no supo volver a salir más.

Tania A. Alcusón

CAMBIOS

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     Mi hermana Gabriela está rara. Todos los saben y lo hablan entre ellos: mis papás a los tíos y a las yayas, sus profes a mis papás, y hasta sus amigas cuando vienen a casa a hacer fiesta de pijamas.
Todo el tiempo quiere estar sola y se encierra en su habitación con la música súper alta. Se enfada siempre con nosotros, por cosas que hacemos y también por cosas que no hacemos: si mamá hace la cena, se enfada porque no es la que le gusta a ella, y si no llega a su clase de baile, se enfada con papá porque no la llevó con el coche. 
Yo no la entiendo! Grita y llora como si fuera una niña pequeña. Como un bebé. Yo sólo tengo seis años, pero yo ya no lloro cuando pido juguetes a mamá.

     El otro día, cuando estábamos en casa de los tíos de Segovia, mi papá le dijo a mi primo Luis que Gabriela tiene un pavo. ¡Tiene un pavo! Ahora resulta que Gabi puede tener un pavo y a mí no me dejan tener un gatito, ¡qué morro! ¿Y dónde lo tiene? ¡Si en su habitación está toda la ropa tirada y sólo tiene peluches!!
Esa tarde, Gabi pasó todo el rato con la prima Ana. Sólo cuchicheaban y se reían todo el tiempo mientras miraban al primo Luis. El primo las  miraba y se reía con papá. Y yo, que iba pensando qué era tan divertido y por qué nadie me lo contaba, iba hacia la cocina y escuché a mamá decirle a la tía que Gabi ya era mujer. Aunque yo la veía igual que siempre: no llevaba faldas cortitas ni tacones porque mamá no la dejaba, ni tampoco podía pintarse los labios. ¡Era la misma!

     Entonces, Gabriela, desde el comedor empezó a gritar como si estuviese loca, correteando de un lado a otro y llamando a mamá. Cuando me asomé para ver qué pasaba, la prima Ana estaba tronchada de la risa y la señalaba con el dedo. Mientras, papá se fue a la cocina y le dijo a mamá que Gabi estaba mala y que se había manchado un poquito el pantalón. Pero que no pasaba nada.
Gabi seguía chillando, se fue al baño y se encerró allí. Entonces mamá cogió su bolso y se fue al baño con ella. Yo me quedé cerca, en el pasillo, por si Gabi necesitaba un vaso de agua, y por si veía de lejos la mancha de su pantalón o con qué se había manchado. Como tenían la puerta cerrada no pude oír muy bien, sólo algo como que Gabi se quitara las braguitas y se lavara el culete. ¡Jajaja! Yo creo que se había hecho caca encima y por eso se puso así, por la vergüenza. Y que por eso también se reía la prima Ana.

     Cuando salieron del baño miré mucho sus pantalones mientras me apoyaba en la pared, pero no vi ninguna mancha cuando se iban hacia el comedor. Mamá le dijo algo al oído y Gabi se volvió. Me pilló mirándolas y puso cara de enfadada. Entonces volvió al baño, y al pasar a mi lado, como yo estaba en el medio, me empujó contra la pared y me dijo la muy chula: 
-¡Cuando seas mujer, ya sabrás lo que es esto!

Tania A. Alcusón


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TRIBUTO AL EMPLEADO FIEL: VENGANZA

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     No te asustes por la situación ni por cómo te encuentras ahí sentado.
Aunque no nos conocemos personalmente, el fruto de tu libertinaje está grabado en mi pasado y ahora, desde el presente, con las heridas aún cicatrizando quiero que te quede claro que tus actos tienen consecuencias: ellos trabajaron para tí siendo "el empleado fiel" que siempre salvaba tu reputación, pero olvidaste tu parte del trato, olvidaste que seguían sacando el trabajo que tú no sabías cuidar salvando de ese modo tu pellejo. Y dejaste de pagar sus sueldos sin una disculpa, otorgándote un indulto que nunca nadie entendió… No dejaste participar a tu conciencia y podría haberte dado algún buen consejo.


     Hoy quiero que pases una prueba, mi prueba.Y ahora seré yo quien pone las reglas del juego.
Ante mi mirada, que no tendrá compasión por tí, quiero ver cómo sales de ésta ya que ellos tuvieron que hacerlo jugando a tu manera…
Para evaluar lo que ocurra estás tú sólo. Tú vas a llevar el camino y el peso de tu salvación.

     ¿Puedes sentir el abandono y la soledad del que no sabe cómo continuar adelante, en esta sala fría y diáfana?



     Tienes ante ti un espejo que te devolverá tu patética imagen cada segundo. La imagen de alguien que está tratando de entender por qué le ocurre esto, cómo debe actuar o por qué debe hacerlo así siendo una voluntad ajena.

Te explico:
La urna que tienes sobre la cabeza contiene, en euros, cada uno de los miles y miles de los que has privado a tus empleados bajo la falsa promesa de “el lunes que viene”. Tenías el valor de seguir mirándoles a los ojos y continuar prometiendo “el lunes que viene”. Así hasta más de 60 semanas… estando enterado de la angustia que iba detrás de muchas ilusiones rotas, embargos de viviendas, rupturas de parejas e incluso problemas familiares para poder comer. Pero siempre era “el lunes que viene", y ese lunes nunca llegó.
Casi un año y medio es demasiado tiempo al final ¿no crees?
¿Vas a poder resolver esta incertidumbre y aguantar el calvario de sentir todo su peso sobre tu cabeza en sólo seis minutos?
Trata de mantener la cabeza impasible para poder realizar una planificación de tiempo perfecta, silencia tus nervios y lleva tu dolor a un plano secundario.


     La urna soltará monedas desde una distancia de 50cm sobre tu cabeza -que tienes sujeta con un arnés- en intervalos de 5 segundos. Hasta que hayas pagado toda tu deuda. Vas a sentir cada euro robado caer como una losa en tu cabeza… De hecho, no vas a poder pensar en otra cosa.
Y no haré falsas promesas: sólo vas a salir de aquí si puedes soltar esos arneses que te fijan rígidamente la cabeza al cuello y los que fijan tu propio cuerpo al asiento. Busca dentro de ti, puede que no estés tan vacío como piensas:

- Te ha costado dar a los demás lo que tenían ganado por derecho. Así que la primera llave la debes buscar en ese brazo que tanto ha acumulado para sí mismo, y que sólo daba limosnas, no lo que correspondía...
Ha sido una labor de chinos, pero puedes buscarla entre los tendones de la muñeca y los huesos del antebrazo. Es la única pista que puedo darte ¡el resto del trabajo debes hacerlo tú! Con esta llave soltarás tu cuello y cabeza del arnés, pero seguirás atado al asiento, por el pecho, con correas.

- Para localizar la segunda, debo darte la localización exacta: con toda la información y aún así sentirás el sudor correr por tu frente. Te lo aseguro.
He creado un paralelismo para que lo entiendas: como esta llave desactivará el sistema de expulsión de monedas, la podrás encontrar en una zona de “reserva” de tu cuerpo. Debes buscarla tras el pliegue de la bolsa que contiene tus grandes tesoros de hombre, esas reservas para continuar tu estirpe de ladrones: una zona que te hará dudar si  abandonarte a mi suerte finalmente.
La herida todavía esta abierta, creo, y ha quedado hecha una chapuza. Pero considéralo una ayuda, así no tienes que abrirla tú.

- Y así, espero que exhausto y casi sin fuerzas,  y todavía en la silla, la última de las llaves, la que te dejará salir de este horror, la podrás encontrar en la boca de tu estómago. Así de simple.
Con un corte fino y poco profundo, y los nervios acumulados por esta experiencia, ella caerá por sí misma. Descuida que no te llevará mucho tiempo ni apenas dolor, sólo alguna pequeña molestia. Con la suerte de tu parte, quizás asqueado por lo que has hecho, las propias náuseas que te sobrevengan quieran expulsarla.

     Y ahora, si tienes fuerzas, ganas y ánimo, trata de salir de aquí por tu propio pie y continúa con tu vida como si todo siguiese igual… 

Tania A. Alcusón


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DICE EL HIJO

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     Quiéreme, y siénteme, y compadécete, y llórame...

     Dame motivos, por favor, para pensar que aún sigo siendo tu primer pensamiento del día y que siempre seguirás exprimiendo tu persona para hacer más caldo de preocupación por mí.
Déjame pensar que sí te importa lo que pasa por mi cabeza, aunque no lo entiendas ni lo compartas.

     Regálame tu apoyo incondicional aún a costa de pisar espinas, aunque te cueste la vida... pero que me proporcione el agridulce consuelo de mirarte y saberte todavía conmigo.

     A cambio, sólo te puedo ofrecer un altar de lágrimas por haberlo intentado todo y estarás a salvo de mis demonios internos.


Tania A. Alcusón





Relato finalista en el I Certamen de Microrrelatos de la Escuela literaria En el camino

Safe Creative #1108229906468

CATÁLOGO HUMANO

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Revisa mi revista y mira mis productos.

¡Piérdete entre sus colores y déjate llevar a mi mundo de los sentidos!
No te vendo cosmética al uso, sólo te muestro sensibilidad, enseñándote estímulos corporales y para todos los sentidos en general: texturas ricas y untuosas que harán de tu cuerpo una delicia de besos, colores evocadores de paisajes mágicos, dulces olores que seducen al mayor témpano de hielo, polvos suaves que aterciopelan tu piel con sus pigmentos...



Y mientras ojeas el catálogo, yo te observaré a tí porque ya formas parte de mi otro muestrario, mi catálogo humano. Te contemplo mientras siento el vello de mi nuca erizándose por la ternura con la que tocas cada página, por la suavidad con la que deslizas tu dedo sobre cada ilustración. Haces de tu caricia un leve crujido sobre la hoja a su paso, tenue como un gemido; Un crepitar que siento sobre mi piel  y que suena con tanta calidez que me estremece.

Desde la sombra sigo tu mirada que serpentea entre las fotos de mujeres bellas que te devuelven el reflejo de lo que tú no eres.
Pero no sospechas que con ese aire inocente, mientras tu vista las recorre, te ves la más bonita de todas. Pareces la más real de todas. Eres la más sensual de todas.

Tania A. Alcusón



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