Aquella mañana del dia de su marcha las vieron a las afueras dentro de su coche. Una Marie sonriente se despedía de todos con la ventanilla abierta y saludando con la mano, al tiempo que Gertrud miraba a frente, impasible, desde el asiento del acompañante con la cabeza ladeada. Su hija le acarició la cabeza despacio, orgullosa, y le colocó bien las manos sobre el regazo antes de salir del pueblo.
Cuando el doctor Martí se enteró de su marcha le temblaba hasta la voz: había firmado el acta de defunción de Gertrud en su casa la tarde anterior.
Tania A. Alcusón
(Este texto, ligeramente modificado, fue seleccionado para formar parte de la Antología en papel Historias del Dragón (de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror). Tuvo el fin benéfico de recaudar fondos para el IFFF (Festival de Fantasía de Fuenlabrada).
Un placer haber podido colaborar y formar parte de esto.)
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