JUSTICIA DIVINA

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No podría haber esperado otro final para el señor Ramón. Nuestro vecino de abajo. 

Siempre con sus quejas sobre el ruido en la comunidad, sobre las obras del edificio de enfrente, sobre los gatos del patio, sobre los niños que juegan en el parque de abajo... A los vecinos nos tiene mareados con sus manías, y siempre que hay reunión de comunidad nos sorprende con alguna nueva extravagancia fruto de la soledad. Y como nuestro pequeño lleva en casa sólo dos meses, con todo lo que eso conlleva a nivel de molestias, hemos tomado la determinación de hacernos los despistados si le vemos por el pasillo, por si nos viene con quejas del chiquitín. No queremos más encontronazos con él.


Desde que su mujer murió hace siete años, el señor Ramón, se ha ido metiendo cada vez más en su mundo de rarezas y cada vez es más difícil encontrarle de buen humor. Antes no era así. Era un vecino normal que hacía su vida normal. Tampoco hablaba con todo el mundo (su mujer sí nos conocía a todos por nuestro nombre), pero desde luego, una sonrisa educada siempre acompañaba algún gesto cortés. Quizás suene a tópico, pero actualmente sus hijos apenas lo visitan un ratito cada varios meses. Da más la sensación de que vienen a pasar revista y ver cómo está la casa, y que no le hacen mucho caso a él. A nosotros nos da pena porque las últimas veces, cuando se han ido, hemos oído llorar al pobre durante un rato y lamentarse entre sollozos. Pero luego, en el día a día, sigue siendo un témpano borde y desagradable. 

Hace año y pico, mi mujer se ofreció a acompañarle al Hogar de Jubilado que tenemos en el barrio para que hiciera amistades, pero él, ofendidísimo, le dijo que no se metiera donde nadie la había llamado y que lo dejara en paz. No se lo dijo de buenas maneras, ni con esas palabras, y durante un tiempo, cuando mi mujer o yo nos cruzábamos con él, mascullaba en voz baja y refunfuñaba... Así que dejamos de comportarnos como vecinos, y secos "hola" o "adiós" han sido suficientes durante todo este tiempo. En ningún momento hemos querido ahondar más en sus miserias. 

Así que hace un par de semanas, en la cena de Navidad con mi suegra en casa, cuando escuchamos aquellos golpes atronadores subiendo por las cañerías, la verdad es que nos asustamos bastante. Sabíamos que el señor Ramón estaba en casa porque las luces estaban encendidas, pero nos habíamos fijado en el cartel de la puerta de su casa del bajo, claramente antinavideño, de "No molestar, hay gente que quiere descansar en Paz" y supusimos que estaría sólo allí. Bajamos corriendo a ver qué ocurría, y en su puerta coincidimos con varios vecinos que habían escuchado un golpe también desde el patio interior. 
Resulta que el señor Ramón se había quemado con el fogón de la cocina, y al retirar la mano con el sobresalto, la sartén que tenía al fuego le cayó encima de la pierna y le abrasó. Tuvo los reflejos, según me contó luego, de armar jaleo contra las tuberías para llamar la atención, pero al poco se desmayó por el dolor y por eso ni se enteró de que estábamos todos allí llamándole y timbrando insistentes a su puerta. Mientras esperábamos arremolinados en su puerta a que policía y bomberos abrieran e imaginando lo peor, algunos vecinos quedamos en que había que hacer algo con -por- él. Y fui yo el que le acompañó hasta el hospital en la ambulancia para que no fuera sólo. Luego volveríamos a casa, a terminar la cena, o ya los postres, con tranquilidad. Si él quería.
Allí, en la sala de espera, me confesó con la voz entrecortada y los ojos brillantes que se sentía muy sólo y que le daba miedo. Que echaba de menos a Paquita y que sabía que no podía contar con sus hijos, que ellos ya tenían sus vidas, me decía ¡Qué lástima me dio escucharle, así, tan vulnerable! Y mientras le atendían, me quedé fuera y aproveché para llamar a mi madre, que estaba con mi familia en Bilbao en pleno sarao, y me dio la idea de lo que podíamos hacer con él. Allí mismo pedí cita con la trabajadora social para que nos informara de mi plan...

Ahora veo que el señor Ramón, gracias a Pepe, el universitario de la facultad de medicina que va a ir vivir con él el semestre que viene, se siente acompañado y ya no está de tan mal humor. Han tenido varias entrevistas para ver su compatibilidad en la convivencia, y el señor Ramón habla con orgullo de ese chaval al que acaba de conocer. Aquella noche, cuando hablamos con la trabajadora social del hospital, nos dijo las puertas que debíamos tocar y puso en marcha el protocolo necesario.
Mi mujer, por su cuenta, avisa al hombre cada vez que baja con el nene al parque, y he visto cómo él baja la mirada avergonzado cada vez que ella se le engancha con fuerza al brazo mientras le pone el carrito en las manos, orgullosa. 
Es curiosa esta justicia que rige el mundo.

Fin
"La crueldad es humana, 
la compasión, divina"


Hay personas como Pepe, que viviendo fuera de sus ciudades, se ofrecen voluntarias por diferentes motivaciones, a convivir con los mayores. Y hay mayores como el señor Ramón, que con valentía admiten que necesitan compañía, también por diferentes razones.
En la actualidad varias universidades españolas tienen vigente este tipo de proyectos que funcionan con éxito para jóvenes y ancianos que viven y conviven en paz, acompañados y compartiendo sus mundos.

Tania A. Alcusón

5 comentarios:

Unknown dijo...

Te felicito por el mensaje que transmitís. Saludos.

Raquel Campos dijo...

Hola...

Un relato muy bonito y real donde encierras un gran mensaje y un gran problema de la sociedad.
Te felicito!!!

Saludos!!!

000latani000 dijo...

Gracias por vuestros comentarios, Raquel, Dorothy...
Ariana, tus palabras me emocionan a mi! Me gusta que el resultado te haya sorprendido... Efectivamente, mi primer impulso fue una Justicia Divina castigadora, pero eso ya está muy visto, no? ;) Te diré que hasta el último momento no tenía clara la historia que quería contarme el señor Ramón. Qué puñetero! Al final, una historia sobre la compasión!
El comentario final se me ocurrió enlazarlo por si a alguien le podía servir de ayuda, te imaginas? Sería estupendo!
Tienes mucha razón: la realidad supera con creces la ficción! Y en ocasiones, eso es algo maravilloso!!

Muchas gracias! Besos y feliz año nuevo!!

Candela dijo...

¡Oh Tania! Cada vez que te leo el nombre de tu blog me parece más que cierto. Menuda sorpresa me he llevado, es verdad que el título incita a pensar en otra cosa, pero qué sonrisa de paz me sacaste al final. Y ojalá hubiera yo descubierto esas iniciativas antes, tiene que ser toda una experiencia. Sin más, enhorabuena por tu buen trabajo y creatividad.

¡Un abrazo!

000latani000 dijo...

Ay Candela, que me gusta que te guste!! Con tu fondo humano, esto es todo un halago... Estoy muuuuy cómoda escribiendo terror, ya lo sabes, pero este tipo de situaciones, como bien indicas, también forman parte de un Catálogo humano que resulta infinito. Un beso!

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